HOJA SECUESTRADA A LA VENTANA
I
Frágil un día camina contra mis pasos.
Ola estrellada
su silencio blanco azota la primavera
fondo y silencio.
Paseo los años en estantes
agobiados líneas y sucios consuelos.
Aromas del equinoccio y luz quebradiza
la floresta frente a la lluvia gobernante.
¿Acaso los huecos del cielo son el fraude
del resplandor tangencial en este cuarto de tristezas?
El día es todos los rincones donde vive la margarita.
Aquí los escalones se han cubierto de maleza.
¿Ha dejado de latir el árbol con sus fragmentos?
El tiempo es ese musgo donde el recuerdo es la humedad.
Aguacero la luz y el agua desde afuera escribiendo mi visión.
Detenida mi marcha el día es abrir la ventana y respirar otra vez.
II
La canción se ha detenido
contra la insigne lucha de lápices gastados.
¿Es preferible almacenar notas y palabras
o inclinarse ante la epifanía de la alberca en el jardín?
El día parece mostrar su tregua.
También mi andar quiere leer la ventana.
La lluvia se ausenta y las nubes
abren el pórtico del sol, anuncian como heraldos
el recorrer de la mañana los nidos de cristal
III
Tuve cuarenta años antes de la lluvia, hoy
que la ciudad me aguarda, como la ola
blanca aguardó este día.
Mecenas de la humedad, ora amenaza ora cortina,
el día repentino trasluce preguntas.
Cuarenta años antes de la lluvia y de nuevo al camino,
muchedumbre de lecturas. Ahora el día ya no se opone,
es al contrario flujo y océano
donde naufraga
la columna de asuntos económicos. Papeles por doquier,
como conchas en la arena, papeles y palabras.
Los agobiados estantes de mis ojos continúan su rutina.
¿Y la ventana qué escribe?
Los coros de gotas en su piel
cantan y componen
una sinfonía transparente y silenciosa.
Ahí está acicalando al viento
con su palpar de cristal. Y me provoca.
IV
La mañana parte de su rigidez y abre su centro.
El jardín no espera más insectos ni menos aves.
En el diario también la cultura es una concha en la playa.
Como el polvo de anaqueles las nubes,
su actuar
y su presencia,
retornan al proscenio en el horizonte.
Me despido del sol, cierro la tinta de la ventana,
deambular del viento la forma de los minutos.
La lluvia nace otra vez sin cambiar mi edad.
Tuve cuarenta años antes de esta primavera.
Hoy mi cuarto, vestido de ajetreo, es un tumulto de quietudes
como la ventana frente al cielo de las gotas.
http://es.scribd.com/doc/230062898/Desde-El-Acantalido-Interior
Categorías:Blogging poético, Rómulo Pardo Urías escribe