“Por fin, este instante supremo de la revelación se desvanece. El espectador vuelve, por así decirlo, a su propia realidad contingente: la sala de exposiciones, el eco de las conversaciones, acaso los saludos conocidos, acaban rodéandole del aire cordial de una fútil mundanidad. Sonríe indiferente, dedica palabras insignificantes de cortesía a las anodinas personas que encuentra a su entorno. Quizá, incluso, dedique al artista un aplauso: sin emociones, sin deseos, sin voluntad. La experiencia estética ha terminado. La obra de arte ha sido consumada”
Eduardo Subirats Culturas virtuales México:ediciones Coyoacán: 2001: 113
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