De pronto tus libros están ahí, pero no son los tuyos,
y yo, que los acomodé tantas veces y ahora no puedo,
los veo y pienso que no he leído nada, que soy un absurdo
lector de refritos y estilos ya superados. Ahí están, esos libros
que también están en la casa, que hablan de ti, que dicen
Margarita. Y las fechas y las vivencias me dicen también
que amigos llegan y otros se van, pero tú, ahí, los libros
las novedades repetidas en las librerías de viejo.
La tradición de adquirir ejemplares buenos me es dudosa.
No soy un buen coleccionista, pero te veo todo el tiempo,
leyendo esas novelas o poemas o ensayos o lo que sea
que leías cuando eras joven y radiante y entregada y eras tú.
Contra el polvo de tu biblioteca, ahora mal acomodada,
yo he traído a los españoles que quizá hubieras reprobado.
También he escrito y escrito y escrito y como tú no publico.
Pero no es el fin del mundo sino el fin de tu neurosis viva en mí.
No es más que eso y creer que un día pude entender algo tuyo
pero no es eso sino los años estos sin ti que so yo todo el tiempo.