No vengaré en tu nombre Margarita
ni en el de ninguna mujer…
Dos águilas los acompañaron aquel día.
Dos tristezas tibias ahora emergen.
Tu negación perpetua,
tu amarga ternura,
Elvis Presley, tú y yo.
¿Para qué distinguir entre un susurro y un rumor?
¿Para qué los actos?
¿Para qué estos desgarrados alientos nuestros?
Yo te diría: queda usted desarmada de por vida.
Usted no supo hacer la revolución,
como yo no supe hacer el amor,
aunque los fusiles tengan punta
y el lapiz se rompa de vez en vez…
Una mañana no fui asesinado.
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Categories: Rómulo Pardo Urías escribe