Como la luz atraviesa el agua
la soledad atravesó mis días,
como silencio muerto
atravesaron la oscuridad
los ruidos de mi llanto.
¿Dejé en el camino flores y sonrisas?
La vida toda es truco y astucia
pero también intuición y cautela.
No sin mesura los riesgos
mutan la fortuna en éxito
y los fracasos en lecciones.
¿Acaso la malla de la desgracia
escribió con mi voz y mi aliento
el nombre de mi desolación?
Fueron las lunas llenas las métricas,
los atardeceres fueron la finitud
magia de unos ojos -mis ojos-
atenuados en el balcón de la juventud.
Y lloré como cualquiera.
El corazón roto habló un dialecto torpe,
pero navegué el desierto de la tristeza
y crecí adorando un pasado inmaculado
aunque también imperfecto.
Solté gritos y escandalice mi juventud
porque aprendía que solo naces
y solo mueres,
envuelto en un antes,
en un después que nada dice salvo los hechos.
Vivo a través de mi perdón y de mi alegría
la cima cristalina del elevamiento.
Mi alma llora hoy pero de alegría
y en el espacio de mi ser algo florece.
Categorías:Rómulo Pardo Urías escribe