Entre el ojo y la cabeza
capital de una cultura no social
fluye la sanguinolenta idea
de trepar el árbol soleado
de los instantes. Pérfido aliento
de rancio alquitrán, espejo
como de goma arábiga, la cafeína
conquista el maremagnum del sonido.
Estruendo y demencia corta
la costra de amores y fatigas.
Acuoso ramillete celular
espasmos y tiernos golpes
porque la violencia estriba
en caer al universo de la fama.
Mustiedad anterior a la rabia del éxito,
eructo demacrado por una
hamburguesa hawaiana:
tocino extra, doble carne y
salsa barbecue. Excéntrico copete
de musarañas que enamoran a los indigentes.
Flacidez verbal como si todo pudiera reducirse
al oxímoron incómodo del porvenir.
Axiomas baladíes este tiento contra
la ética de Wittgetstein, siempre olvidando
el remo de los clásicos. Estertorea canción
el moribundo látigo de la metáfora insípida:
eres viento que toca mi trastocamiento
porque no eres mariposa de mi boca.
Adios y cruel inicio del fin o de como
los silencios acuchillaron al poeta. Iracundo
freno porque todos querían un ejemplar
del disco de su espalda: un ellos agreste
y como torcedura de tobillo incómoda,
pero tirarse un pedo es otra cosa. Insalubre manto
pensamiento torpeza dentro del ostión
de las ideas, flaca tersura, retruécano infértil
o mismidad antediluviana del ayer. Galopas
toda la desnudes psicótica del aroma
como ejército napoleónico
en la blancura del invierno ruso.
Categorías:Rómulo Pardo Urías escribe