“Ninguna mala interpretación ha pesado tanto tiempo en el pensamiento de Rousseau que aquella por la cual se le atribuye el proyecto de desterrar las artes y las ciencias de la urbe. Esto no serviría para nada, afirma por el contrario Rousseau en sus respuestas, pues el mal ya está hecho; más grave aún, tal expulsión no dejaría de tener un efecto negativo, pues se agregaría la barbarie a la corrupción: aunque procedan de la degradación del hombre, en la situación actual las ciencias y las artes son barreras contra una degradación mayor”
Tzvetan Todorov, Frágil felicidad, Barcelona: Gedisa, 1997, p. 22.
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