La rectitud del asombro
parece una rama de sicomoro,
donde hicieron su nido
las golondrinas del fracaso.
Entonces arriba el atardecer del presente
mitad augurio mitad silencio,
cobija las angustias, renueva los pecados,
asombro y rectitud que galopan
en el corcel raquítico del espanto.
Del terror nacen los escondites
y de la vida las muchedumbres,
pero las montañas de fracasos
mantienen la esperanza de una noche
redactar una carta al amor imposible
y pegarse un plomazo en la sien.
Todo convive en la esfera mustia
de hoy, todo es la matriz púrpura
del desconsuelo. Por ello los fanatismos
reducen la experiencia a una aseveración
afirmativa, por ello las luces de las ciudades
esconden un sistema de explotación emocional.
Todos los nombres terminan en complicidad
con el séquito de intenciones y el marasmo
del ruido infértil, porque los ancestros
no tuvieron las mismas vistas o periódicos
y en cambio nosotros claudicamos al placer.
Encima de un hedonismo falsificado
construimos palacios de mentiras
que son historias y nombres y vidas cotidianas
también espejos del encorvamiento moral.
Categorías:Rómulo Pardo Urías escribe