Ahí donde escondemos
el trino infantil, donde
nuestras cobijas zurcen
laminas emotivas, ahí
parecemos payasos dominicales
contra el espejo turbio
de la otredad, y caemos siempre
en un abismo de ideas y frases
ininteligibles. Somos residuos
en otros todo el tiempo, como golondrinas
con el nido destruido, migramos
a la lentitud del saludo y esparcimos
recuerdos a la faz del vínculo.
Categorías:Rómulo Pardo Urías escribe