Elucubrar constantes espirituales
cada tarde dentro de trances
es componer desde el ruido universal
la sordera de los tiempos. Cansado
escribo una cotidianidad estéril
porque indagué demasiado en las fauces
de los infiernos que habitan la soledad.
Como hormiga obrera deambulo
en la faz cósmica del instante y respiro
lecturas incomprensibles. En mis intentos
todo sucumbe a una fechoría menor, alada,
cicatriz y luto, vivencia y torrente, amasijo
derruido contra el pabellón de la Historia.
Devano aquí un retórica podrida y una poética
baladí, contumaz irreverencia de proporciones
individuales, exclusivas y estridentes, a veces
chirrido demencial y otras un trinar de otoños
cuando la primavera extinguió, en el suturar
el fondo de mi existencia, la esperanza sonora,
vitalidad anulada por el despilfarro verbal.
Cruenta la boca de mi mente masculla porciones
de personajes y libros, de revistas y señales,
que marcan la tormenta misma del acto propio
de la ignorancia: contra ataca la simplicidad
cada vez que rebusco los fusiles y metrallas
de todos los rencores míos por todos los venenos
de todos los tiempos. Y escribo desde una lógica
desvanecida, pordiosera, empobrecida, porque
la estética del dolor compaginó sus renglones
con mi juventud y la poesía es una escapatoria
del mundo inabarcable que me engulle cada segundo.
Categorías:Rómulo Pardo Urías escribe