El yo es una trampa
líquida silla de mutismo,
algoritmo falso
este terror de ser
nombre y astilla.
Retoña la tarde
con su vendaval autista
derruida como la ventana
que renueva la vista.
Siempre hay motivos
flexibles al teclado.
El yo es un aposento
fugaz
tiento silencio
contra el embalaje
del día, torrente
de marfiles emotivos
caer al rincón de memorias
desvaídas.
Toda la calle es hervor,
si cicatriz tu boca
verbo mi espanto,
columpio, si añoranza
de un baile
la fecha del calendario:
¿dónde fue escondida
la fibra esbelta
del amor? Residuos
la ocasión de ignorar
la fiebre de la fama.
Todo el yo desvencijado
en esquirlas y personas,
porque los amigos huyeron
porque los amores fueron
mitades rotas de espantos
en el tendón del sentir
los pasos abiertos
al universo… el yo
es una trampa-silencio
tropel de voces
eternidades que esculpen
la mancha de tradiciones mutiladas.
Eso que nace de un don
trampa del yo, por do el aire
revuelca los linderos
del asombro, siquiera estructura
el dubitar los argumentos
de las sombras. Tiento
la tarde contra el espejo
arborescente y me convierto
en un maniquí
como eufemismo
que invade
las pantallas. Siento
este yo vacío
pleno de ausencia
rotundo
como océano
indomable,
quedo
posterior a la tormenta
y los conflictos
emergen
como gotas de petróleo
contaminando
el papel de mi espíritu
con la tinta mustia
del presente.
Recorrer el árbol del conocimiento
figuración torcida
del amor
constante pecado
porque en lo prohibido
somos
nacemos instante
fuga y encuentro
que la pasión corrompe
en el dominio
divino
de la añoranza: inocencia
quebradiza
ese impulso.
Conocemos y estamos
en la trampa del yo
todo el tiempo
que marcamos
los periódicos y las agendas.
Estamos inmersos
en las tardes
que rabian los escondites
prófugos del ayer.
¿No es un embeleso
trotar en la pradera
de la Historia
si esparcimos
miserias
a los autores
que designan
la trampa del yo?
Pierdo constantemente
el asombro
porque camino
murmurando
cicatrices
y respondo a DIOS
con un escupitajo.
Ninguna de las estrellas
que carcomen mis adentros
refulgen menos
que la distancia oblicua
entre la crítica del ego
y la asunción de la otredad.
Comulgo
con una rabia absuelta
de dogmas y peluquerías
ideológicas. ¿Es renunciar
una balada gris compuesta
por el siniestro asombro
de la negación alterna?
Constriño mis pasos
al día, esparcida
la fe en las rendijas
del polvo que emana mi sonrisa,
cuando escritura voz
cuando soplo luz
si del horizonte
manto
de la impulsiva forma
recurso
esta cobija de fuego
que es la trampa
siempre
del yo insomne
ciego
torpe
ángel caído
siempre
como del cielo
la fugitiva
presencia
de los observadores.
Categorías:Rómulo Pardo Urías escribe