¿Cuándo hubo andamios
para precipitar
la lectura de los soles?
Fugitivos descansan
los adheridos relatos
de la ciudad celestial.
Fumiga el éter de la vida
los rincones del saber,
como de alfabetos
torcidos, cuña del conocimiento
inútil. Era soñar nacer
el columpio de los atardeceres,
como la era anterior al reloj
del desconsuelo y la memoria.
Baladíes tropiezan nuestras caricias
en el amasijo de imágenes
y flotamos, siempre aquí,
donde nada es la escritura de la totalidad.
