Oh taxista nocturno
que del conocimiento
y la cultura griega
me inquiriste,
¿fue antes la poesía
que la filosofía,
antes la historia
que la gramática?
Desconocer entonces
es también rememorar
los caminos del mediterráneo
y sus olivos y sus vides,
también la tumba de Homero
en las Cícladas, también entonces
Creta y la mitología. Espera oh taxista
no fue precisa la hendidura
donde esparcí los átomos de Demócrito.
Endeudar contigo este verso,
que de silencio es estructura y
de correría imaginario,
es también acompasar una lírica
desvencijada en islotes, ideas, papeles y tinta.
¿Comulgaste, sí, con mi narración,
pero en el atrio de la noche
—estrella y signo, mutación—
te embauque en la liturgia
prosaica de conocimientos olvidados?
Oh, taxista, ruletero xalapeño, perdonad,
olvidad, romped, por su grosor, mi equívoco.
Salto al escondite de un lirismo ramplón.
Perdonadme, no os olvidéis, ni mucho menos
dejaros doblegar por la crisis del pendejismo:
global, nacional, regional y local.
Una vez me nombraron escriba,
porque nunca seré escritor,
porque versifico emociones
distorsionadas
en este caminar las turbias mareas
de un siglo XXI que ya es fin de época,
como épica de nuevas temporadas
—y las generaciones ya son obsoletas
maniobras de luminarias en todos los quehaceres
humanos—… pedazos de noche, también
escondieron en ti
un traqueteo común, cotidiano,
que es la fertilidad de luchar por el pan,
aunque yo no soy católico:
perdonadme, os pido.
Categorías:Rómulo Pardo Urías escribe