Este vocabulario infértil
galopa el trillado prado
gris y fugitivo de soplos
amarillos, quebradizos.
Vocal rota, sino y abismo
lengua marchita, tonalidad
quebrada como máscara
de luz y tendón de silencio.
Esta carcajada del universo
esgrime fantasías —lumpen
caballería átona— dentro
del robusto acto dispuesto
en la escena salivada: río
dentro de las torres de Babel,
conquista, siempre una gota
mitad imagen mitad sonido.
Vocalidad escueta, ramplona
marcha de un mecanismo intraducible
como azar en el juego
trastabillando los designios, añoranza.
Toda quietud mendiga
la espiral constrictiva del ser
—armónico vendaval este nombrar
los actos irrestrictos que de la sombra
gimen su numen, siembran
su esbelto desfigurar los años— torcedura
siempre que la longeva
cicatriz —herida sola la sal
de las lágrimas eternas—
ni seña ni símbolo
voz.
Callo en el alma
tupida la silueta
del estanque lóbrego
—alfabeto ruín y desalmado—
que de la vida esparce
los restos como de la muerte
el fin construye, axioma
y manto de los curules
emprendedores de la hoja en blanco.
Categorías:Rómulo Pardo Urías escribe