Donde las nóminas de galardonados
revisten sociedades
otros nombramos otredades,
mitades, somos la oscuridad
contraparte, versificadores
de lo inútil. ¿Pereceremos
en este umbral de basura literaria
de concursos no obtenidos
y de lóbregas retahílas de mustiedad?
Donde otros son todo
nosotros somos nada, nadie,
ningún resquicio de esplendor
porque nuestro tiempo pasó.
Somos otros
contra el fondo roído del lenguaje.
Nadamos en la corriente esbelta
de truculencias y fraudes editoriales,
cabalgamos sinuosos prados
de verborrea y palabrería. Pendemos
cerca del abismo fortuito de la necedad.
Troquelamos la síncopa
que desquicia el alma
porque somos ignorantes
porque no estamos de moda
porque no conocemos el canon
porque al final vomitamos
únicamente
unicidades
particularismos
irrelevantes… como gaviotas muertas
en un muelle californiano.
Todo es cuestión de egos heridos
de grandilocuencia y sensacionalismo
todo es un estéril eco de esterilidades.
Escritores de unicel
somos
aquí
cuando nadie más enquista
nuestra flacidez intelectual,
nuestro raquitismo estético,
cuando sembramos lejanos
del orbe literario presente.
Ya lo dicen otros
como Lipovetski
que nuestro vacío nos induce
a vivir falsamente, a crear falsificaciones.
No merecemos el mote
de literatos o escritores o hombres —y mujeres—
de letras, aunque de letras estemos hechos
y hagamos nuestra vida, libro a libro,
ladrillo a ladrillo. ¿Por qué perder
el pulso y aliento de esta ramplona
apología inservible? No es sólo
como dijeran otros que no hay escalafón
es también el retículo indomable
que digo yo sobre nosotros
que no merecemos una oportunidad
que no valemos un poco de árboles deforestados
es también ese ego nuestro, eso yo
mutilado, desproporcionalmente
reseco, no como Onetti, que sí era escritor,
sino como estos que deambulamos
por el mundo en la farse escritural.
Y perderemos el tiempo
porque el tema del reconocimiento,
dice un autor por ahí escribes o trabajas,
es el tema de la negación de la modernidad:
otros son y para que ellos sean otros no son,
porque las asimetrías perduran, porque
no hay un mundo equitativo,
porque el capitalismo cultural
es más salvaje que el económico
porque merca con emociones y objetos.
Aquí es tarde ya,
tarde como fue
la pretensión de contar este fragmento.
Inútiles también tenemos detractores,
tenemos enemigos,
son ellos, los nombrados
los distinguidos
los reconocidos
los de la nómina, ellos
y ellas, que en su pelea
sobajan, aniquilan y canivalizan
el acto de crear.
Categorías:Rómulo Pardo Urías escribe