Reembólsame con tu piel
esta fatiga cantada
como maremoto
—sí, destruye
mi dolor— trágico
que arrasa Lima o Tokio.
Reembólsame el depósito
de esperanzas y paraísos inocentes
quebrados en el cristal mismo
del amor roto y el corazón
—mitad ceniza mitad aliento—
tumefacto por la injusticia social.
Reembólsame el destino,
si caminamos fugacidades
que somos recuerdos.
Reembólsame este pulmón negro
del trauma de la modernidad capitalista,
reembólsame la plusvalía
de la lucha de clases que es mi mano
sin tu cuerpo, sin tu seno,
sin tu beso —bésame
si puedes en lugar del dinero—
reembolsa en mí
lo acucioso dicho de nosotros
nunca escritura, silencio:
¿qué está perdido en el cielo
acaso si fuimos cómplices
fuimos este dolor inmenso,
ciego, mutilación, espacio,
conquista, rumor de años
resquebrajados en una campanada
de emociones extraordinarias?
Reembólsame también la tristeza
de existir en un plano
de negrura cierta, negrura
capitalista, también tú
y yo
lánguidos, escuálidos,
extraviados
—nuestra esfinge de carne y plétora
encandila tintineantes tus labios
que son mi cenit infinito—
en la calle donde se asoma este capitalismo.
Reembólsame por favor
la cicatriz de todas las primaveras sin tu abrazo.
Entonces quizá pueda
un día dejar de buscarte en esta
y en todas mis vidas, pasadas, presentes
futuras. Quizá entonces pueda volver a olvidar.
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