Dicen que hay futuro
para el talento
no lo hay. Hay procesos,
caminos, instantes. Dicen,
además, que somos átomos
de amor: ¿amamos? Somos
mitades quebradas, tejido
de historias y tedios, cicatrices
somos, hoy nombrados silencio.
¿Es esto un camino, esbelto y trigueño
de dulzura, como ese paraíso perdido
que nos arropa prístino de memoria?
Claudicamos al camino, al andar los
limites de la verdad ¿existe la esencia
del significado en este arrabal de años?
La vida es, somos en ella, también escondite
y estructura de las mareas —extravíos dentro
generaciones inombrables— cargando un epitafio
que es nuestro nombre, indecible, estupefacto
instinto en la ferocidad de un andamio pasajero.
También la vida es un puerto
un punto de llegada
una complicidad compartida
un asomarse a las narraciones
que de absortas migajas del ser
nos impelen a llegar, sí, a llegar
a un otro sitio donde resguardar
del descanso la fatiga de los hechos y los actos.
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