Inflexible dogma esta serranía de recuerdos
atisbo ingente, luz, emblema y caricia.
Hacia los torrentes del universo
una cosmografía extraña registró
la belleza sutil, la narratividad extraña
de amaneceres y oleajes.
Como cicatriz de árbol
este refugio enigmático esconde
la vivencia contundente del sentir.
Los años distancian la cúpula del significado
que oculta intrigas transgeneracionales.
Se expande el trote verbal en el tic-tac
de los segundos, como escondite de almas
que refulgen en su interior. Ancestrales imanes
llamados sangre son diamantes confeccionados
para el sobresalto del público. Si acaso el agua
de los momentos fuera aprehensible
en los recónditos pasajes de lo venidero
esconderíamos también nuestra sonrisa
en el paraje de los días que gira como trompo.
Lenguas de todas las edades, edades de todos
los pueblos, axiomas de la imposible ascensión
al más allá. Esa metafísica corrompida, ese método
que intrinca las fibras del pensamiento, nos deja
caducas sombras en el derrotero del destino.
Porque al finalizar las jornadas los augurios
son flagelos para dominar la barbarie interior,
porque la vida se escribió con el cincel de las quemaduras
que son los amores, las tristezas, los pasajes
a otros escenarios que nos abren al sentido.
Extrañeza la sensibilidad que interroga
un irracionalismo expulso de las grietas
que dimanan chorros de vivencias.
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