Dentro de la totalidad del cosmos
la luz nos indujo a fabricar
sus aristas, su horizonte, su forma y signo.
Encima nuestro quedaron los silencios
entintados con el pasar del tiempo,
los años que cobijaron nuestro sentido
simbólico fueron esbeltas creaciones
prístinas y eternas. Nos escondimos en el abismo
de las palabras y fuimos una boca llena
de lenguajes, como canasto repleto de frutas.
Nos nutrió la abstinencia de las sombras
para llenar los vacíos de nuestra escritura.
Fuimos más que palabras en este universo
porque en la espaciosa infinidad del sentimiento
logramos plasmar las asombrosas formas de la luz.
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