Un átomo de ruido
conquista la faz
exprimiendo soplos
al olvido. Un canto
cristaliza el síntoma
del amor: verdad este
anuncio de adiós.
Leve roce de la vida
nuestra existencia
en fuga al tiempo
donde reír es igual que llorar.
La sinceridad de los recuerdos
pierde su esencia
contra el espejo ignoto.
Los torrentes del cuento
donde pudimos ser
no estuvieron escritos
antes del nuevo milenio.
Nos conquista un vaho
alquitranado, un helado
de chocolate, una sonrisa.
Así en la neblina densa
del porvenir renunciamos
a la incertidumbre de nombrar.
Nos esconde del miedo
un arrecife de personas,
porque en el fondo
la soledad individual
es un invento capitalista.
Renuncia a la imagen
de egos distorsionados,
a la premura de los horarios,
al atardecer que te extiende
una mano en otoño.
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