Los escondites del alma
niegan la luz
que sana, esa negación
esparce dolor y truculencia.
Las calles están repletas
de pocilgas emotivas
y en el dintel temporal
el arco de la belleza asoma.
La lontananza caprichosa
fabrica desembocudaras
silentes que son trampolines
al vacío existencial.
Esta totalidad absorta
es resultado del tedio
indemne y tirano.
Toda lucha perdura cuando
saca un orden a otra parte
para ser destierro de la cúspide
de los atardeceres. Estrellas
nos guían al sin sentido
pero la luz hermana lo similar.
Entre las ruinas del fastidio
un torbellino de razones
ausculta la mitigada simbología
que nos expresa… en un rincón
no hay escondite. Salir al mundo
es lo que vale esta hazaña
de un alma envenenada.
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