No proseguir
es morir,
ya muertos
como estamos
moriremos nuevamente.
Nos enquistó un sueño
en pastizales y montañas.
Fuimos vaguedad, mitades,
trozos. Reparamos los inenarrables
esqueletos de la palabra,
porque antes de ella no éramos.
El hálito es respuesta
cuando se lee con los oídos
cuando se escucha con los ojos.
La esfera del silencio
incrustó su filo
dentro del torbellino.
Cesó un viento que derrumbando
costaba los segundos.
Infinitos nos esncondían
pero trotábamos por doquier.
Antier también dijimos
—es tarde para la torpeza del habla—
y en cambio nos narró
una voluta de misterios.
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