Cuando tenía cerca de 15 o 16 años leí un estupendo libro biográfico sobre Mozart. En mi casa teníamos algunos discos con piezas suyas grabadas y algo que me fascinó desde entonces fue el Requiem. Grandes fueron mis escuchas de esa pieza musical, junto con otras que ahora no recuerdo muy bien. ¿Cómo olvidar La lacrimosa? Fue desde un inicio algo muy fuerte y profundo mi conexión con esa última pieza. La escuché tantas veces que logré aprenderme casi de memoria pasajes completos de la melodía y armonía.
En aquel entonces comenzaba a tocar la guitarra con asiduidad y me adentraba en el terreno de la composición musical. Tenía una creencia muy firme en decir no a la degradación humana y mantenía un instinto cultural en torno al miedo, el amor, la muerte, la libertad, la soledad, como principios de mis ideas juveniles. Mi madre, que un día me cachó escuchando el Requiem de Mozart, me dijo: no escuches esa música, es música de muerte. Pero no me importó eso, yo seguí escuchándola. es una de mis piezas sinfónicas favoritas y aunque pueda parecer paradójico me ha inspirado mucho en mi vida, me ha hecho sentirme arroba y pleno en varios momentos.

Por ahí del año 2013 o 2014 logré escuchar en vivo esta pieza sinfónica junto a mis hermanas Luisa y Fernanda, aquí, en Xalapa. La presentación fue a cargo de la Orquesta sinfónica de la Universidad Veracruzana y fue grandioso escucharlo en vivo. Aquí coloco La lacrimosa, pieza fundante de mis más profundas emociones de juventud que se mantiene vigente en mi gusto y pasión por este Mozart de todos conocido.