
Suele caer el silencio entre nuestros cuerpos
cada vez que inunda el amor
el escondite de la balada turbia del instante.
Nosotros cuando amamos
caemos dentro de una fantasía torpe
porque en nuestras manos
la longitud de las caricias
es infinita. Concluye así el contra galope
demencial de nuestro tacto, suavidad de síncopa,
muchacha ojos de papel
donde se escriben los atardeceres.