El libro reune dos trabajos de distintas épocas en la producción kantiana. La traducción, bastante complicada y anticuada, pasada de moda, no ayuda mucho a la lectura. Sin embargo, eso tampoco significa una completa depreciación del trabajo de Kant. En el primer caso, discutiendo sobre lo bello y lo sublime, un texto de 1764, el planteamiento se aleja del discurso filosófico en sentido estricto, atendiendo la dimensión moral del tema. Se trata de sentimientos y emociones que se combinan de diversa forma, que generan también diversos efectos, asociados a la grandeza o la bondad, a la magnanimidad o la honorabilidad, al placer y el disfrute, entre otras características. Kant muestra una sagaz inteligencia cuando caracteriza con paisajes, con situaciones cotidianas, con aseveraciones respecto a las costumbres, las formas de vivir y experimentar la realidad, aquello que es sublimo, portentoso y asombroso, de lo que es bello, agradable, hermoso y plácido. Distingue por ejemplo estos sentimientos entre los sexos, hablando con el típico lugar común referido a las mujeres del bello sexo y remitiendo a los hombres un pragmatismo y utilidad de carácter mucho mayor. Pese a una doctrina restrictiva de lo femenino —a lo doméstico, lo afable, lo sensato y lo agradable— Kant analiza las expresiones sublimes en cada uno de los sexos para establecer sus relaciones, diferencias, atributos y cualidades. Finalmente, en este primer trabajo del libro, Kant enfatiza las distinciones nacionales considerando a las naciones europeas (España, Italia, Francia, Inglaterra, Holanda y Alemania), retomando sus costumbres, sus valores y axiología, por ejemplo en términos religiosos, contra poniendo ejemplos bastante controversiales respecto a los grupos humanos africanos, denigrados y negados de inteligencia según los modelos etnocentristas de la época en Europa, los grupos nativo americanos (nada más habla de los de Norteamérica), y los árabes, persas e hindúes. Kant advierte que en cada pueblo se dan costumbres particulares y que la expresión de la belleza y de la sublimada también se modifican en cada caso. De esa forma, consigue esbozar una caracterología de lo elevado y magnificente, de lo sublime, pero también de lo bello, como una combinación de emociones con rasgos propios expresados en el fanatismo, la credulidad, el escepticismo, la superstición, hablando en términos religiosos.
El segundo de estos trabajos, su tratado filosófico-político de 1795, sobre La Paz perpetua, discurre desde posturas de la ética y la mora, la política, el derecho, la composición estatal, las formas de gobierno y una discusión respecto a la pacificación entre los Estados. El cese de la guerra como armisticio es algo aparente y solo instaurado a partir del derecho internacional. La Paz perpetua, por otra parte, es un estado deseable y progresivo, donde no existe el ejercicio del poder despótico ni tiránico —ni entre los individuos ni entre los Estados—. De ahí que para Kant sea de vital importancia insertar el terreno de la acción racional en el nivel de una moralidad benéfica a la totalidad de las relaciones sociales. El nivel del contrato, en el que se unifica el Estado, debe ser republicano y federativo, particularmente en la separación de los poderes ejecutivo y legislativo. Kant sigue a Rousseau, a Montesquieu, a las filósofos ilustrados franceses, por la importancia histórica del momento posterior a la revolución francesa. Dirige entonces su reflexión al ámbito de las leyes y su ejecución, al terreno distintivo del moralista político y del político moralista. esto es crucial para comprender que en el pensamiento de Kant no puede haber ejecución de leyes ni política sin moral, es decir, sin bien común y pacto soberano, unificación del pueblo y representación contractual del Estado. De ahí que también discurra sobre el constitucionalista y las distintas máximas del derecho de gentes y natural, abordando el problema de la naturaleza humana y el estado natural, el valor de la guerra —cultural y en el ser de naturaleza humano—. Su remate se inclina a asociar el bien y la actividad públicos con la política, de donde la publicidad y la opinión pública cobra relevancia para el ejercicio de las leyes y de la política, en tanto favorecida sección de actuar del terreno común en el pacto social.