Una acertijo quebrado me impone la labor de identificación con el spam. ¿Qué es un spam man? La caducidad del presente no estriba en la obsolescencia programada sino en ostentar el cargo de hombre spam, es decir, hombre basura. Sí, en efecto, las dificultades para comprender las relaciones con el mundo humano y contexto social me restringen la imaginación y me hacen una persona de compromisos sociales nulos. Pero en el fondo mis intentos no son más que acumulaciones proliferas que no desembocan en algo coherente. Sin embargo, ser spam man es también el logro de haber pasado por sitios, etapas, momentos, lugares, personas, contextos, desde los cuales no existen suficientes anclas para la vida. Spam man significa ser una especie de Hombre no deseado, sí, como metáfora de las cicatrices y de las nulas relaciones, de una afectividad trunca y de un instinto social mutilado. Sin duda se trata de la realización de un aislamiento voluntario, un ostracismo autoinducido que deviene en el hecho de no estar en la cima de nada, no ser parte de estilo alguno, no pertenecer a grupo o asociación creativa cierta o verdadera, es más, tener una dispersión de amistades que en el mejor de los casos se encuentran “ocupados” en sus asuntos. Yo también tengo asuntos que atender, pero sí, soy spam man, nulificado, anulado, silenciado, enclenque y enrarecido. En fin, no se trata de una queja. Es bueno ser un hombre no deseado, es bueno porque no recibo mails, porque no tengo ligas a otros contextos, porque estoy, eso sí, desvinculado.
