Los astros escriben en la faz
de los rostros el imán seguro
del torrente que habitamos.
Nuestra paz excomulga las fauces
de los silencios que circundan
el instinto mutilado.
Pero dejamos caer las noticias
en el vendaval de los instantes
como figurines de porcelana
rotos que nos indican
esquirlas y fragmentos.
Al cambiar los horarios
nos impelen una fuerza
a constreñir la boca
y los espasmos del sol
comulgan con nuestros adentros
cada vez que dejamos atados
los estribos del sueño
a la mancuerna del destino.
Al final nos queda una residuo
marcado por los tristes minutos
que deambula en nuestro cerebro
pero que deja un lugar a dudas
Y nos esconde silentes en la llanura de luces.
Todos los años llega la primevera
y nosotros la escribimos diferente
pero es la misma siempre,
desde el origen hasta hoy, es la misma
cada vez que nos alcanza.

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