Si con Seneca recuerdo la ley
de la muerte, con un telos
novedoso desfiguro el raciocinio.
Si en las urdimbres de letras
existen hechos y momentos
la colapsada esencia de mis días
deambula desfigurada en desproporción
de saltos a la antigua forma
de los arrecifes.
Pero recuerdo sin Borges
elogiar sombras y silencios,
olvidos y eternidades,
porque finalmente en el instante
remito mis voces a la caricia
de los mantos territoriales
en mi mirada cristalizados.
Por los años extraviados
la rendija de los soplos emite
el papel moneda de mi nostalgia
sin una lágrima inútil
ni el aliento quebradizo,
sin quebrazón de silencio
ni con emblemas futuros
de icónicos trances y aventuras
juveniles. Por si acaso
en este laberinto
esconde la luz sus inflexiones
pero raquítica juega
mis emociones y me destrona
del significado ulterior
al vuelo de los flamingos.
