Me encuentro en un punto de crisis absoluta. De muchas formas mi tiempo está definido por una serie de problemas y conflictos. No encuentro salida, no hay la forma de solventar mis problemas. Si siempre he dudado de mi escritura, más ahora: mis libros no se venden, mi trabajo n fluye ni circula, pierdo lectores, no tengo retroalimentación de otros autores, soy una ostra, un individuo muerto para los ambientes literarios. Me encuentro realizando una tesis que de muchas formas no tiene vigencia ni actualidad, me encuentro investigando cosas que no son necesarias para el mundo ni la ciencia ni el conocimiento. Estoy derrotado, completamente exhausto y fuera de lugar. La negativa viene acompañada de miedos, de temores, de preguntas: ¿qué pasará conmigo? Todo tiene un final, un desenlace, creo que el mío no será para nada favorable ni bueno. Estoy convencido de que no tengo horizonte de escape, no tengo manera de salir adelante, no, ni las disciplinas, ni los conocimientos, ni mis herramientas de búsqueda online me darán una salida. Dudo, constantemente, convencido de estar fuera de la realidad, del mundo, del tiempo.
Me enfrasco en esas dudas cuando me detengo y veo que no escribiré la segunda parte de mi novela. Que ya no trabajo la versión en inglés, que voy dejando de lado proyectos, ideas, que mi tiempo se acaba. Porque al final del día todo se derrumba, todo se diluye, todo es una grieta por donde mi energía, mi voz, se fugan. ¿Qué importa un autor del siglo XVIII? nada, no interesa, no tiene actualidad, no importa buscar en bibliotecas nacionales iberoamericanas, no interesa encontrar documentos y huellas, no importa hacer un mínimo balance, ¿qué interesa la ilustración española? Pamplinas, todo es parte de una anquilosada obsesión por dar cuenta de hechos culturales que son intrascendentes. Al final todo debía terminar en mi tesis de licenciatura y ahí quedar para dormir el sueño del tiempo. Pero no, me obsesioné y ahora estoy con este lío Tesistanes, con mi inestabilidad emocional, con mi blog y mi sitio que no tienen relevancia, que no aportan, que en cambio está lleno de lugares comunes. Eso es, soy un recopilador de lugares comunes, nada más. Por eso estoy seguro que lo que hago no tiene sentido, ni valor, no tiene cara ni figura, es informe, no tiene forma. Porque al final qué importa a un simple versificador del instante, a un intento de creador, investigador. Porque no se puede tener dos perfiles, uno académico y otro creativo, en México y el mundo. O eres creador o eres académico pero no los dos, eso está mal, porque pierdes tu tiempo creando y medio investigando, no haces ni una cosa ni la otra. Y al final no interesa porque tienes errores ortográficos, porque no sabes redactar ni para que sirve un cita, porque no tiene sentido que busques y busques fuentes para tu presentación de avances y termines reiterando tu obsesividad por el documento. Porque al final lo que interesa es cubrir el requisito, nada más. Y en el sin sentido de tener un espacio web, online, de tener una página, tus escritos no sirven ni ayudan, son meras reiteraciones de lo que ya es bien sabido. No interesa tampoco que intentes crear imágenes o textos, todo es en vano, todo resulta anacrónico, estéril, infructuoso. Y en el devenir d los días ¿qué pasará conmigo? Me entrampo en las dudas y me pierdo en un silencio incómodo, porque todos los días me ubico como un pérdida de tiempo, como una carencia, como un hombre que está en el mundo sin contribuir, sin aportar, sin dar nada a cambio de todo lo que recibe. Y enquistado en mí, en mis adentros, mi obsesión por Luzán y mis hallazgos son nada, no tienen valor, no tienen sentido, ni tienen objeto, son solo minucias, detalles, que se pueden reconstruir desde nuestro presente internético, pero no valen, no cuentan, no son valiososas, Luzán no es valioso, no interesa, no importa conocerlo, no interesa verlo en su llegada americana, es inútil lo que hago.
No creo en mí, no tengo certezas, no puedo saber qué va a pasar conmigo. Me afano en indagatorias muy complicadas, me impulsa el afán documental, me pierdo en un cúmulo de informaciones. No soy un buen tesista, no soy un buen investigador, no aporto nada al conocimiento. Tampoco a la creación, no lo hago, solo pierdo el tiempo aquí, en este espacio virtual que cada vez da menos de sí, que vale menos cada vez, que no tiene cara, que no tiene proyección, que no es más que un capricho. Mis intentos serán mi tumba, eso lo sé, pero al final del día me embauca el desasosiego, el miedo, el temor. Nunca conquistaré el mundo, ni que se diga la capital de México, nunca tendré un espacio para ser un autor, nunca seré leído, nunca podré ser creador, nunca seré investigador, no tendré una plaza. Mis sueños y mis objetivos deben cambiar, debo cambiar también yo. No aporto nada, no soy nadie. ¿Qué será de mí?
Me identifico mucho con tus dubitaciones. Considero que no es tan importante ser reconocido por los demás sobre lo que uno hace sino la satisfacción que tiene uno mismo con el hecho de hacerlo, la pasión u obsesión que va de la idea al acto. Una idea en la que te montas y profundizas, y eres y vas dejando de ser para ser otro, ese otro que emprendió el viaje y descubre una gran diversidad de paisajes que envuelven esa otra sintaxis, en la que ya no hay tiempo ni espacio tan sólo el viaje, sueño o realidad que decides emprender, pero que también decides contar a otros por la ganas de compartir tu vuelo.
Me gustaMe gusta