De la ignorancia con estilo
es deducible
el asombro por lo ignorado.
De los paisajes eurocentrados
y sus culturas subyugadoras
es asumible semejante ignorar.
Los candados del olvido
recrudecen el silencio
de lo exterminado.
Cansa mucho el ignorar con estilo
porque al final del día
no es brevedad lo resaltado
sino esa vacuidad omisa y torpe.
No es igual ignorar con sabiduría
con los pies sobre la tierra,
con el finito lapso mental
de lo abarcado y abarcable.
Ignorar con estilo remite
a los choques culturales,
a las civilizaciones quebrantadoras
a la negación de otredades.
Ignorar no es un problema,
el problema es ignorar con estilo.
Estilizar la ignorancia,
a sabiendas que no la combate,
sino la explaya,
es como ahogarse en el mar
de todo lo dicho en las eternidades
finitas de la cultura.
