Ilusa madeja torcida de la imagen densa conquista, ropa instantánea, cortina de deseo veneno, fuga, asomo a los abismos que de silencios mareas atisban la linde entre los cráneos absolutos y la divina forma, asume, consagra, embelesa, silente. Látigo en mano, imán de medianoche, lacónico, inservible, fantasmal resquicio, insomne e inmaterial adorno punitivo, látigo de sombras e imágenes, yaces conmigo, contra mí en el asombro, en mí contra la luz, contra sentido, impoluto, fugaz, demencial, indómito, rebelde. Tuerces mi faz y entre mis dientes cabalgas con mi mirada oscurecida sin sentir los pasos que devanan el cielo y el fuego de la desnudez rampante, de las descosida ráfaga que es moverse solo en el lecho fortuito más allá de axiomas e ideologías. En ese movimiento, locuaz e impertinente, caigo rodando del sueño, al territorio manso constrictor omnipotente de la realidad, para mi asombro y creación hondonada de caricia perdida, de ruidoso estribor silente, de materia invisible, de memoria olvidadiza, de quemazón unitaria, de luminosa oscuridad, de fugitiva presencia, de instante eterno, de voz enmudecida, de fuego helado, de lluvia seca, de horizonte finito, de ropaje desnudo. Entonces caer es volar, vuelo al fin inferior de superiores cielos, de océanos en la mirada, de almas entreveradas en las historias marchitas que florecen entre siglos y enfermedades, como amores de otras vidas, como instantes de otros años, como lechos y camas de otros amantes aquí, en mi alcoba y en mi mano, en la marea de mi llanto y en la cúspide de mis arrojos, de mi memoria y de mis vidas. Sí, caer es volar y volar es sentir y sentir es soñar y soñar es decir y decir es nombrar y nombrar es amar y amar es creer y creer es mover y mover es hacer y hacer es imantar e imantar es aprehender y aprehender es interiorizar e interiorizar es desprender y desprender es trascender y trascender es liberar.

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