Los cuervos y los jardines
en Tokio
parecen el acuerdo tácito
de la historia
(¿colonialista?)
de las ciudades vigentes
con canales
que nos recuerdan a Tenochtitlán
la gran urbe del siglo XV
ciudad más grande del mundo entonces.
Pero Tokio,
hermosa, húmeda, de rascacielos,
entre canales, tecnología de punta, kimonos,
máquinas de café, oficinistas y autos,
es inolvidable por sus jardines y cuervos
(por sus indigentes, que viven mejor que todos).
Tokio, sí, innolvidable plato de unagi, tu miyako sushi,
tu udon, tu gohan, tu salmón, tu menú,
no te olvidó Tokio. Gracias por todo,
pero sobre todo, por esta foto
de etnólogo del siglo XXI
en tus jardines, con mis collares
rarámuris, con mi mi Kula mexicano,
con mi lectura de La Fontaine y Huxley,
con mi cuaderno de notas y apuntes,
con todo mi afán de ser antropólogo:
hoy solo vestigio de una idea extraviada
en el desgarramiento de psicóticas versiones
personales. Tokio, allá hice antropología
participativa, pero no para hacer una tesis
para cambiar de vida. Arigatōgozaimashita