Hermosillo en invierno
dotaste mi paso
cariño de viento y atardeceres,
de naranjas en la plaza,
de caminatas, de andares.
Como luz me encendiste
en una fibra de tiempo
y me acaudillaste
para viajar
a una boda sin prisa
en el campo.
Hermosillo de mis ayeres
me rodeaste de bondades,
Basconcobe me dejaste vivir
soñar y bailar ya desde antes
de las tropelías de otro baile
más frío y terrible para la primavera
próxima a ese invierno entre maizales.
Hermosillo mi tierra de nacimiento
me diste una prueba de amor y de vida
imborrable en mi ser, testimonio
de amor y de clamor, del tratado
de las despedidas que nunca escribiré.

