A Rocío Gil Martínez de Escobar

La soledad me era más viva que la sangre

P. Elaurd

Una vez me reflejé 

en tus ojos

—situación

inexplicable—.

Desde nuestra sombra 

sin fin 

me acompañas

por las noches de sal,

como unidad 

galáctica del amanecer,

iguales en un reflejo.

Somos instantes 

extraviados de ese día de llanto

cuando nada tuvo fuerza.

Ese día de problemas abiertos y

puertas entre fantasmas de recuerdos.

Este olvido no nace 

porque el aire

te lleva y te mantiene 

solamente en un arrullo.

Ni tu

ni yo

ni nadie

somos

seremos

o fuimos.

Estoy así, escondido 

entre ilusiones

no arribadas diariamente

ni a la hora precisa

ni al instante perfecto,

como estar

reciclando

un papel en mi pensamiento.

Boleto japonés