A Arlén Llanio

En La Habana (2006)

I

¿Acaso seremos llamas en un tiempo,

mismidad de caídas sonoras,

que avasallan el silencio a su quietud

plasmando estrellas en la tierra seca

de ilusiones figuradas cual rubíes?

¿Seremos si quiera soles de este planeta,

orillas atenuadas de playas y balcones,

océanos yermos de ausencias,

días satisfechos por caminatas y roces,

tactos distantes que chocan un segundo?

No saber es sólo contestar que sí:

Seremos una austera vida de frases,

sencilla e inmaculada de sueño,

sopor carente de ayeres y anteayeres,

generoso de mañanas;

en ese hoy hay canciones risueñas,

hay chinos por llegar hasta tus sienes

para poner así tus lunares en mis dedos.

No fuimos testigos de la luna

ni hemos sido tormenta tropical.

Somos agujeros que se cierran

al compás del oleaje en el malecón.

Ni barcos ni aviones ni ningún motor

pudieron juntarnos más de lo que hoy 

hemos permanecido entre pasos turbios

de borracheras azuladas,

borracheras de palabras que se van,

que se han ido con la ola golpeadora,

ola que salpica en mi boca tu aliento.

Desde la frontera de la luz y la penumbra,

laberintos amorosos hacen ruidos empolvados

del corazón roído que hoy es uno con el tuyo,

aleación de acero y plata,

brillo de luna: presencia indebida.

Luego del tacto tu ausencia. 

Contigo mi ausencia

también habita en tu silueta,

golpe de presencias que se van y se han ido de a poco

para perdurar solamente en el traqueteo de la vida cotidiana.

Nada de extraño hay 

en poner mediante voces mil y un figuras.

Solo, el fulgor de tu iris atisba 

un frío gramo de pasión itinerante reverberando.

II

¿Cómo ser aliento de tu canto?

¿Cómo ser orfebre de tu desnudez?

¿Cómo ser caricia de tus bailes?

¿Cómo ser poeta de tu deseo?

Nada sé. Hoy que el cielo ha rugido

nada puedo saber ya desde este recinto;

plácido augurio del tiempo lacerante.

Nada puedo saber ya, nada sé, nada soy

sin tu presencia  transparente de caídas.

Caigo así contigo: contaminación.

Surge el día en que la noche gobierna.

¿Cómo ser escultor de tu alarido?

¿Cómo ser acción de tu silencio?

¿Cómo ser artesano de tus dedos?

Sí, tus pestañas reverberan picardía.

Te veo columpiarte en el abismo

de los ojos oscuros que tengo en la frente.

Desde el sol te miro saltar

hasta la cruz de mi llanto.

¿Cómo ser cairel de tu pubis?

¿Cómo ser el trayecto

de todos los días a tu lado?

Sin ti las estrellas simplemente brillaban.

Contigo parecen semillas de tiempo traslúcido

que llevan por agujeros sonoros del solsticio

en el que yacen ideas y peligros.

Constantemente te busqué.

Hoy que te encuentro,

tan lejana,

te noto más cerca que nunca.

III

Saltó mi destino y volví a la cornisa.

Salté con cautela:

sigilo cayendo por el balcón

de la primera y única vez que te vi.

Ya no pude seguir cantando.

Caí y golpeé la tierra, señuelo de ideas,

fruto del cosmos, de su fuerza;

la mía fue silencio, fue gotas de lluvia,

¿mi fuerza ejerció su poder sobre tu colchón?

Caí esta noche del árbol del sueño,

que tiñe los días pasados de sol.

Caído del árbol: qué importa si soy un gusano

cuando las frutas encima me son atractivas.

Después de la curva, la rama dorada.

El tótem de historia se plaga de ti.

Contigo hasta nunca,

cubierto de estrellas

sin ti soy feliz.

Caí y plasmé tu ausencia carnal otra vez

después sólo esto: letras de tiempo lacerado;

salté y caí en la entraña incitante de la muerte,

comprendí los días infantiles, las frágiles horas

rodeadas por moscas, por carne y hueso y sangre,

por cada refugio imantado de ausencias: igual que tu.

Sólo eso: salté y caí al colchón.

Podrido engendro del sueño frustrado,

mis hijos olvidan que soy su historia.

Ayer que soñé que saltaba

la cúspide del silencio me dijo:

vaya a la cantina.

Después nunca llegué a tu cama.