
Sí, enloquecí con el vaticinio
peyotero, volví a enloquecer
con la epilepsia no diagnóstica,
enloquecí en el avión
después de 18 horas de vuelo.
En San Francisco tenía mi intento
ser una etnografía
todo perdido eso con La Fontaine
y su libertinaje, con Huxley, su mono
y su esencia. Enloquecí en Narita,
ya de entrada al hacer la reverencia
sagrada a los cocineros japoneses.
Pero en Nigata enloquecí más
discos y música, novedades
eso que ya no hice y ya no hago:
colección de discos compactos.
Ahí comí frijoles dulces en pasteles,
ahí fotografíe un yo con jóvenes japonesas
ahí sí, siempre ahí, escuché a Ko Kimura.
Nigata, pequeño momento de hace dos décadas.
Ya enturbias a otros psicóticos
no a este mexicano
vándalo de su vida,
autista del rencor,
demiurgo de su desgracia.
Ya quizá tu Tower Records no exista
pero los mapas dicen otra cosa.
