Las necesidades del alfabetismo digital, el uso de las TIC, las políticas de acceso abierto de la información, la creación de sitios web, las humanidades digitales, para mí tecnociencias humanas, implican un tipo de saberes y conocimientos. De inicio obviamente las interfases, las mediaciones e hipermediaciones, el acceso a la web, la necesidad de meta-datos, taxonomías cognitivas y un largo indexado. Asimismo requieren un cierto nivel de alfabetismo tradicional o lingüístico lectoescrito, pero también un conocimiento más o menos profundo y detallados de lenguajes computacionales. En ese marco el hommo postinterneticus representa un tipo humano inserto en la fibrosidad de estas prácticas. Fue precisamente la tecnocracia y el postmodernismo cultural que la ha acompañado la que hizo posible un relativismo exagerado. Ese relativismo es indisociable de la distemporaneidad, del destiempo. Aunque siga existiendo la contemporaneidad y formas discursivas hegemónicas y hegemonizantes, el hipersubjetivismo posmoderno planteó las bases del final de los grandes proyectos. Junto a estas formas dominantes y hegemónicas coexisten elaboraciones alternas que recurren a medios anteriormente exclusivos de la hegemonía. Así, aunque falsa, la realización de un multiculturalismo globalizado incluye, ya para nuestro presente, las diferencias generacionales de quienes, nacidos en los primeros dosmiles, han nacido, crecido, sido educados y construidos mediante el alfabetismo digital. Tipológicamente, entonces, este teorema del hommo postinterneticus representa a un hombre pasado por internet. También habría una femina postinternetica con una construcción cultural, ideológica, actitudinal y factual de muy amplia variación respecto a su contraparte masculina. Esta tipología sexuada, teorética y genérica, se expresa con base en las inabarcables formas de ser y de estar, de actuar y construir, en el mundo el mundo y sus entornos por ambas formas de ser después de internet.
Se trata de un ser hombre/mujer teoréticamente, que pasa, ha pasado o pasará por internet. Un teorema que implica asumir igualmente la ruptura teleológica de la modernidad por los filosofemas posmodernos, pero también el híper relativismo subjetivo posmodernista, como un especulació, un fantasma, un espejismo de virtualidades. Justamente el posmodernismo en sus anclas críticas permite la no superación de la modernidad sino su ocultamiento en forma de conservadurismos, tradicionalismos, herencias culturales, éticas, morales y axiomáticas, que conviven con las formas más innovadas. Lo que se rompe, en sí, es la apariencia de un ascenso lineal, progresivo, ascendente, de los actos, la cultura y las instituciones. Pero si la contemporaneidad da la idea de una aprehensión sincrónica, la distemporaneidad lo que hace es desdibujar esa unidad sincrónica para enfrentarnos al destiempo de las cosas. En sí, la cultura postinternética de este teorético hommo y femina se ancla en roles subjetivos virales, tendenciosos, etiquetados, que dan forma a un anonimato fabricado en una lógica de modas pasajeras y un simbolismo combinatorio, disgráfico, disléxico, disforme, distemporáneo.
Se habla de la deconstrucción aunque en ella siga permaneciendo la contemporaneidad como una mitología que funda las posibilidades de arquelogizar el lenguaje, la cultura, las ideas, el pensamiento, como volver a un origen y modificar sus secuencias. Pero en el sentido distemporáneo el sujeto es y deja de ser, permanece y cambia, oscila entre innovaciones y conservaciones. De ahí, entonces, que en esta metafísica internética, en la ontología internética, en la antropología y filosofía internética, pasar por internet legitima, valora, aquilata, construye, las dimensiones nucleares de las identidades. Porque otra falacia posmoderna es el pluralismo como simple artilugio en aras de un multiculturalismo que busca desindividualizar lo hegemónico para plurarlizar e individualizar lo alterno. No es que no crea en la pluralidad, pero no es un simple cambio de número, de lo singular a lo plural, lo que marca las formas de las diversidad y lo diverso. Porque en esa diversidad y diversidades existen islotes hegemonizantes y hegemónicos que buscan destacar lo alterno, mientras que las alternativas representan por sí mismas una crítica a los modelos de hegemonías. Sin embargo, esta metafísica internética, esta ontología internética, esta cultura internética, en su inabarcabilidad y su constante reflujo, asemeja a lo distemporáneo que hace legítimo lo diferente porque no busca aglutinarlo sincrónicamente en un co-tiempo, sino que lo distingue en un destiempo. Este destiempo no sería posible sin la metafísica internética.
