Indulgente fábrica de memorias
turbias como antídoto no descubierto
lámina de cristales este recuerdo
imán de silencios desfigurados.
Trémulo instante derruido contra
el vendaval constreñido en años
cuando cada verano escupía
la lonja matizada en la cúspide
consanguínea del interior derrocado.
Ser pocilga en el rincón fugitivo
esta marea entristecida que escarcha
las manos, el tiempo, la vista y la escucha.
Anhelo quebrado como silueta entre luces
para prometer informes cicatrices
del sin sentido arrobado mitades
enquistadas al sonoro espectro
que desdibuja los nombres apócrifos
en una cabalgata sin extensión definida.
Manto torpedeado por el insano presente
constructo de fugas musicales que derriten
el asombro cristalino para enturbiar el aire
con los instintos precoces de sexos entreverados.
Adioses en el significante del torrente
que somos y haber sido cómplices
en el territorio absoluto de la nada.
Procreación ansiolítica que deviene marca
en sí tejido de ideas truncas y falaces
como edifico abandonado, ruina de otras vidas
pasado de otros ayeres gloriosos y de esplendor
cuando existía una esperanza, carcomida después
por los insufribles hechos que apoltronaron
una semejante eternidad efímera en los huesos.
Recado del más acá esta línea divisora
entre loas de semblantes opacos
por el bebistrajo anclado en el inveterado
trance de los movimientos sociales.
Esta rendija a un asombro tenaz
escueta figura de la quiebra afectiva
comulga con los ácidos tercos
de extremosas vivencias cuando caminamos
al abismo demacrado que es nuestra voz
descompuesta por la fibra extinta
de amores, viajes y cariños que son olvido.
Este asterisco en el mar finito del infinito
alfabeto no es escritura adecuada al saber
porque en la encrucijada de los días
pasan las vidas corriendo al fondo reticulado
que es la sobre vivencia absurda de falsos cronicones.
Escueta marcha al verbo canalizado
al quirófano mutilado de cada sustantivo roto
en estadía fortuita y dando señales de muerte.
Al remanente del sigilo lo encubre la dolida
porción rompedora de las olas circuncidadas
que son ansiosas fuentes de rompecabezas torcidos.
Al demiurgo que nos insta al super ego
lo domeñamos anquilosados en el fortuito gimnasio
donde maromas encubren nuestra falta de sabores.
Por si en los terribles atardeceres de este esclavismo
no supiéramos acometer las causas inefables
del desconsuelo nos aposentamos indolentes
en el instinto que busca encumbrar una fiebre
llamada recordar los otros grises años de luces
y paseos en las orillas fértiles de la juventud perdida.

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