Observamos el cielo
tocamos la esfera
los pasos escriben
hondonadas de silencio.
Náufragos en los azules
pastamos con la vista
nubarrones y arreboles.
Cuando nos conquista
lo indecible marchitamos
el ego y zurcimos el ansia
contra el viento y los mares.
Un átomo de aliento nos esconde
cuando fugitivos renacemos
en los torrentes de blancas
formas celestes. Nos induce
la vida soñar con alcanzar
la luz y los divinos goces
para enhebrar la faz
de la existencia al poder del rayo.
Escondemos en nuestra fatiga
una esperanza que nos cubre
cada mañana, cada atardecer,
cada instante que nos proteje
el soplo del sol y las estrellas.