Las dimensiones de mi inconsciencia se definieron hace 12 años cuando pasé una de mis peores crisis vitales. Pero en el empuje para salir de ella encontré una fórmula teorética que me representó un esfuerzo creador. Acuñé el término pornopoiesis con una muy mala consciencia de las implicaciones de formularlo, pero lo aterricé en una serie de conductas creativas que después vieron la luz en un par de sitios web. Al final de cuentas se trataba de problematizar mi experiencia de espectador de pornografía, aunque con una muy baja educación y formación sexual, bajo los asideros de mi crisis y de mi intento por hacer algo distinto en y para el mundo. Recurrí a elaborar una serie de versos y poemas, muy simples y de pésima confección, plasmándolos en un tipo de imagen obtenida de sitios porno y calendarios. El camino claramente no era muy sano, pero se trató de emplear herramientas creativas para ver cómo construir un proceso de escritura y trabajo de arte digital. Al final, sobrepasado por no saber usar photoshop, mis instrumentos eran muy rudimentarios. Escribí y escribí, versifiqué, tuve incluso un acercamiento con una estrella porno y se parecían abrir para mí las puertas de ese mundo. Pero lo dejé. Lo último que hice fueron mis series de videos, ahora perdidos, de pornomancer, que eran esa forma testimonial de mi trauma sobre la pornografía. Pero en el fondo todo este proceso me hizo disminuir mi expectación pornográfica, siempre que me convertí en una especie de pornógrafo de segunda mano, para brindarme una mayor consciencia de la industria y el mercado pornográfica, sus dimensiones violentas, intrusivas y antinaturales del acto sexual. Al final, entonces, lo bueno fue destruir mi hábito por la observación estetizante del acto sexual, para también abandonar este perfil creativo siempre que me estaba metiendo de lleno a mi formación académica como licenciado en historia. El tiempo me hizo ver que estaba en lo correcto, siempre que mis intentos en ese periodo, entre 2010 y 2012, fueron positivos para abandonar el hábito de la contemplación pornográfica. Al final, entonces, me enfrasqué en una especie de reflexión personal que me ha acompañado sobre las condiciones socioculturales e históricas del hecho pornográfico como una forma estetizada de lo sexual. Pero con el paso de los años, los vestigios y el recuerdo de esa inmersión, muy sí desde mi difícil comprensión de las formas de violencia simbólica hacia las mujeres, me han hecho darme cuenta de que en el ágora web tienes que elegir qué perfil público quieres que predomine.
