Hace más o menos unos 6 años visité una vez más el MAX acompañado de dos hermosas chicas, una mi sobrina, otra mi pareja de ese entonces. Independientemente de la permenencia y cambio de esos lazos, por obvias razones, la visita me hizo recalcar lo complejo que resulta conocer y comprender el pasado prehispánico en una sociedad inclinada al occidentalismo. Yo mismo mantengo un perfil de predominancia hacia las culturas y formas occidentales, no sin desconocer ni entender que dentro de la conformación histórica, étnica, cultural, social e identitaria mexicana los grupos indoamericanos son primordiales. Entender que el contacto con las expresiones culturales prehispánicas es un profundo acto de asombro igualmente conlleva la tristeza de todo ese bagaje y expresiones culturales destruidas y aniquiladas. Por consiguiente, el conocimiento de algunos sitios arqueológicos, de ciertos museos, de la historia y cultura, no nada más nahuatl, hacen necesario entender la diversidad cultural y étnica en México. No en vano hay que advertir los cambios idiomáticos en la toponimia, por ejemplo cuando transitamos de las regiones nahua-hablantes a las purepecha-hablantes o a las zonas mixtecas o huastecas, por ejemplo, aunque los recursos historiográficos en muchas cosas me sean conocidos por encimita, sin profundidad ni solidez.
Visitar un museo de antropología debe ser parte de una cultura de acercamiento inicial a los productos y vestigios del pasado mesoamericano o aridoamericano (pensando por ejemplo en 40 casas o Paquimé), para poder entender flujos migratorios, técnicas culturales, expresiones simbólicas, rituales y religiosas, elementos de la vida cotidiana, simbolismo de plantas, animales, conchas, formas tecnológicas, representaciones y cosmovisiones, entre un largo etcétera. No es posible en un simple post dar cabida a la urdimbre necesaria para comprender y realizar algo más que un escueto comentario sobre esculturas, vasijas, utensilios, herramientas, entre otros materiales. Pero sí queda una patente idea de cómo mi falta de asistencia a museos, zonas culturales institucionales y recintos educativos de las culturas amerindias, no son más que mis vacíos de información, conocimiento, aprendizaje y mutilación interpretativa.



















