Esta densidad de lenguajes
expresada en retruecanos
insoslayables recrudece
la marea de los entrecejos
anclados por la fugitiva claridad.
Un barroquismo esteril
porción de señales y ditirambos
elucubra los asideros
pueriles de la compleijidad
esbelta en las fauces del silencio.
Tropel de metáforas enquistadas
como labios contra labios en el beso
marimba demiurga en el vendaval
esculpido por los aires del pensamiento.
Arrecife de una poltrona verbal
que no indaga significados
pero qué tal enuncia que el sol
representa el auge del caos
como ventisca en el desierto
que tapa los ojos al beduino.
Por los años que siguen
este morfología insana
del estructurado cúpido
denso y prolijo que mata
más oscureciendo que amalgamando
sinalefas esparce e inyecta irancudos
malabares en la sombra del dialecto.
Por si no fuera suficiente
en ese labio partido
como tronco para leña
la voz del escueto andamio
que es una escritura sin lectura
del género que se escribe
es el régimen significativo
que ahonda en el ignorar
todas las formas lógicas
en esta poética de densidades
encubiertas en la faz amarilla
del teclado renegrido por cenizas.

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