Aprendí a mecanografiar en la preparatoria, en ese Colegio de Bachilleres Ricardo Flores Magón Oficial B de la ciudad de Xalapa. Pero ya tenía en mi haber algunos textos mecanografiados para ese entonces: cuentos, tesinas, una nouvelle, poemas, varias escritos. Ese instinto de atacar las teclas desde la infancia fue la que me hizo adentrarme en este hábito que muy bien pasa por una infinita ignorancia y un infinito aprendizaje. desde al menos 1992 me he dedicado a apachurrar los teclados de máquinas que en sus pantallas han dejado plasmadas mis expresiones verbales.

Este oficio de mecanografiar, que no de escribir, fue claramente identificado como un acto de escriba por el difunto librero Eugenio Palomo, aunque él, tan erudito, sabio y conocedor, no supiera darme un norte sobre el tratadista Ignacio de Luzán cuando le pregunté acerca de su obra en aquel lejano 2010. Ese librero tan querido y valorado en Xalapa, venido a menos por cuadros alcohólicos que terminaron por extirparlo de este mundo. Librero que me decía, cada que podía, que si no me había ganado una beca, que por qué seguía en Xalapa. Hombre singular a quien ofrecí el primer borrador de mi ensayo sobre la muerte de Carlos Monsiváis, en ese 2010 de mis destrucciones fulminantes, de mi desplante a Dariana, de mi crisis taibolera, de haber creído que la bailarina del Black Cat, era la misma a quien había atacado por el celular. Año igualmente en el que me metí a mecanografiar los primeros pasajes de mi novelita de Natdzhadarayama.

Oficio de mecanografiar que es y ha sido también el de investigar y leer, pero con pocos criterios, con poca consciencia, con poca disciplina. Mecanografía que me llevó a escribir mi atentado callejero, mi retazo aspirante, mi moneda de Shanghái, ese pendiente que tengo de publicar mis relatos de juventud, tan innecesarios. Acto mecanográfico que me ha hecho dilapidar miles de páginas en poemas malos, buenos, regulares, excelentes, entre el año 2000 y el 2022. Que me ha hecho aprender poco de gramática y ortografía, poco de puntuación y sintaxis. Mecanógrafo de instintos automáticos verbales, de poca claridad para el oficio editorial, de un trabajar tecleando a lo bruto. Esa brutalidad de tecla tras tecla tratar de tejar algo escrito, aunque sin pensar en la audiencia, en los receptores. Mea culpa ese descuido, ese poco tacto, esa alta exigencia a quienes frecuentan mis letras. Algo complejo, semi filosófico, semi teórico, semi historiografíco, semi crítico literario, semi docto, una prosa densa heredera de la descripción densa de Geertz.

30 años de mecanografía, un testimonio escrito que ha pasado por sus momentos. Seguiré mecanografiando.
Saludos mecanográficos, audiencia de Códice Digital Romulaizer Pardo