Asidua maquinaria de estructuras
carcomidas, memoria ilegítima,
cruento carnaval íntimo
esta cloaca plena, hecha con extravíos
de arrecifes simbólicos y vivencias,
óxido circundante a la fauna interior.
Derrocamiento, atisbo de olvidar
noches y territorios
como se olvida hacer la tarea
por que en el cielo
hay bolas de fuego
que son brujas acompañantes
entre solturas de muecas eróticas.
Asombroso nombrar,
habituado designar
cosas entrecruzadas
con el torrente del bacanal
instinto de sobre vivencia.
Antídoto a la grandeza
insignificar silencios
cuando nos cobijamos
en saltos a la raíz
callejera en el apoltronado
mareo de ser nosotros mismos
siempre cambios. Totalidad
en sí, o atrás de sí, demente
quicio de salida
que escupe rabietas
en la hoja blanca,
tumefacta, enfriada
por los astros muertos
de luz en el firmamento.
Arrendamiento del alfabeto
con la triquiñuela del olfato,
novedad anquilosada
dentro castillos innumerables
de luces infinitas: término
del sentido, indemnización
por fragilidad, herida, macabra
voltereta al corazón: maquinismo
abismal esta versificación
de nadie y nada,
como ostra abierta
para echar limón a la herida
de lo imperecedero
y lo inútil: de lo exótico.
Pedazo y tropiezo
del infértil machacado
que es nuestra caricia
cuando el aliento recoge
fibras del porvenir.



Photo by Pixabay on Pexels.com