Las canciones de amor son parte esencial de la historia del rock. En esta ocasión es imposible dejar de lado una colección de piezas que fueron inspiración personal desde mis primeros acercamientos a la música de Fito Páez. Cuando allá en la década de los noventa me encontraba experimentando al máximo un adentrarme en la beatlemanía la influencia del rock argentino se hizo sentir particularmente después de haber tenido en mi poder la colección de cassettes del historiador y exiliado argentino en México Pablo Montero. En más de una ocasión fuimos a su casita en Mocambo, Veracruz, para degustar sus inmejorables asados. Fue entonces que entre pláticas y conversas salió a la luz la música de Sui Generis, Fito Páez, Litto Nebia, Seru Giran, la Máquina de Hacer Pájaros, los festivales BA Rock, entre sus materiales. Me los prestó e hice mis grabaciones para quedarme con copias de algunos materiales.

De Fito Páez escuché el disco Giros y me quedé entonces prendado con la canción 11 y 6 una balada rockera armónica y amorosa. El tema remite a ese romanticismo de Páez que circunda la ternura y lo inexplicable de horizontes en los cuales hay separaciones. Con un toque de esperanza y otro de desilusión la pieza muestra una historia que transita por nudos narrativos como en el estribillo: “miren todos, ellos solos, pueden más que el amor y son más fuertes que el Olimpo”. En su confección musical un piano juguetón y alegre despierta sensaciones entreveradas con la pasión, el encuentro amoroso, la aventura y el significado propio de mantener un romance que se instala en Corrientes y que pasa a la vida familiar. Pieza singular que nos da a un Fito Páez sensible, afectuoso, vinculado a la pulsión de vida y el cariño, pero también a toques realistas en sus letras e historias.

En un afán de conocer mejor al rockero argentino me hice entonces de su disco Circo Beat donde hay un toque de experimentación sinfónica y musical de mucho más amplias notas. Trabajo actualizado para un adolescente que en 1998 estaba enfrascado en la práctica del karate coreano y en la vida juvenil plena. Pequeño hombre que no entendía cómo era vivir de la pluma o de alguna otra actividad, que se dedicaba a dar clases de Tae Kwon Do y que no podía escuchar sus discos por falta de reproductor de CD. Pero la escucha de Circo Beat fue lenta y al final posterior a la adquisición del disco. Lo que sí escuché fue Euforia álbum en vivo de Páez que me regaló baladas inmejorables y muy románticas y hermosas. Por aquel entonces descubrir las piezas de amor de Fito era también encontrarme con universos de desilusiones y ciertos matices realistas en sus letras. Por ello, fue por ejemplo “Las tardes del sol, las noches del agua” un encuentro con lo latinoamericano profundo, una desilusión amorosa, un amor imposible, un tipo de exorcismo, una enfermedad amorosa como las de Macondo de García Márquez. Fue entonces ese ubicarme igual como lector de lo latinoamericano apuntando lo radicalmente particular. Fue también la escucha del disco del Amor después del amor y de Tercer mundo lo que me abrieron al mundo Páez.

Y el cambio de siglo me impuso adentrarme y leer entre líneas, frente a la experiencia del desamor, Abre, pieza que conjunta la esperanza paeziana después de su tragedia por la gira trunca de Enemigos íntimos con Joaquín Sabina. Disco que marcó también una profunda escucha en mis días, combinada con Sui Generis y mucho de Charly García. Ubicar entonces ese romanticismo, ese eros paeziano fue una clave de distingo profundo que fui validando mis experiencias amorosas. Esta poética de Páez que va del desamor al encuentro amoroso pende como una sortija en el oído preciso de aventuras, narraciones y figuras que ensanchan la experiencia erótica y lúdica. Por ejemplo, en “Tengo una muñeca que regala besos” pieza enternecedora de cuando Fito Páez mantenía su amor con Cecilia Roth, que para el disco Rey Sol era definitivo y que marcó toda una época creativa del argentino.

Fue después de la muerte de mi madre y el fin del primer amor que mis días se plasmaron fuertemente de Páez como un asidero que me fue acompañando por momentos y periodos. Entonces la escucha de Rey Sol me dedicó una forma de ser y estar en el mundo animada, radiante y profusa. Disco que después obsequié a mi amigo Ángelito y que con el paso del tiempo fui devanando, donde encontré motivaciones amorosas fuertes como en la pieza “Lleva”. Tema alegre, fulgente, radiante, que me indicaba los momentos de esperanza y de vida, de amor, de cariño, de fe y alegría. Un tema que fue marcando poco a poco una cierta espiga de felicidad ante la inmensa depresión que ya se venía manifestando en mí y que me orilló a una crisis severa. Al final de cuentas perdí el hilo de Páez con su disco Naturaleza Sangre, donde imperaba nuevamente el desamor, pero había temas tan precisos como “Bello abril” al lado de Spinetta. Así, esta selección de canciones de Páez son parte de las formas de su discurso sobre el amor y el desamor.