Héctor Miguel Sánchez Rodríguez

Tal como en 1950 Neruda publicó Canto general, la historia de América en verso, y Eduardo Galeano lo hizo en prosa en 1970 con Las venas abiertas de América Latina, el saxofonista puertorriqueño Miguel Zenón lleva a cabo hoy una tarea semejante con su álbum Música de las Américas (2022), interpretado en conjunto con el pianista Luis Perdomo, Hans Glawischnig al contrabajo y Henry Cole en las percusiones.

Son el orden y el título de las piezas las que nos permiten esta lectura, iniciando con “Tainos y caribes”, nombre que se les ha dado a los pueblos que habitaban las Antillas a la llegada de los españoles. Zenón nos invita a imaginar ese espacio inimaginable que es la América previa a 1492; piano y saxofón, con melodías frenéticas y algo angustiantes, parecen representar a este par de grupos humanos precipitándose insospechadamente al “encuentro de los mundos”, aniquilación en realidad de uno de ellos a manos del otro.

El fluir claro y festivo de “Navegando (Las estrellas nos guían)” nos invita a recrear parte de la “leyenda negra española”, según la cual solo rufianes y tahúres, putas y bandidos habrían llegado a “hacer la América”; sí, pero junto a ellos arribaron también hombres y mujeres en busca de una nueva vida, migrantes de los siglos XV y XVI cuyos descendientes parten hoy de Centroamérica a Estados Unidos por las mismas razones. La aparición del grupo boricua Los Pleneros de la Cresta con pandero, timbales y voces amplía el sentido de la navegación, practicada no sólo por europeos sino también por los nativos en lagunas y ríos del continente.

“Opresión y revolución”, una de mis favoritas por su fuerza expresiva, condensa las dos líneas contrastantes que han definido la historia de América desde su conquista: de las revueltas de los siglos XVI y XVII a la rebelión de Tupac Amaru en el XVIII, pasando por las guerras de Independencia en el XIX, las revoluciones del XX y los movimientos sociales de hoy, los más de 500 años transcurridos desde entonces han sido todo menos sumisos. En la pieza, construida con inicios y reinicios agitantes, la revolución parece alcanzar todo su poder con la explosión de los timbales, justo después del remanso del piano.

Una vez enraizadas en suelo americano, las potencias europeas comienzan a expandirse, a desplegar su “orden y progreso” “bueno para los negocios”, su marcha aparentemente tranquila que reconfigura la estructura del continente y, con ella, del mundo. Es el fluir calmo de “Imperios”, el día a día de la incorporación de América en la maquinaria capitalista global.

El reverso exacto de esta historia es “Venas abiertas”, en referencia justamente al libro de Galeano, de tono profundo y dolorosísimo. La línea del saxofón, lamento y furia a un tiempo, desciende a la veta más íntima de los yacimientos de oro, plata y diamante, expoliados durante más de cinco siglos por los imperios de ocasión; a las entrañas de la tierra, saqueadas para abastecer el absurdo apetito del mercado mundial; a los millones de vidas sepultadas, quemadas, descuartizadas en nombre del dinero y la religión.

Pero no hay opresión sin revolución, según veíamos, y los golpes iniciales de “Bámbula”, llamado de guerra en las plantaciones norteamericanas al mediar del siglo XIX, nos devuelven al camino de la liberación. El diálogo entre barril de bomba y saxofón nos recuerda la conexión histórica entre África y América. Solemne y festiva como el espíritu rebelde, “Bámbula” se presenta como el cierre ideal para la trilogía que podría integrar con las dos piezas anteriores: tres momentos que se suceden en la reconfiguración de toda época humana—orden impuesto, disidencia y construcción de un nuevo orden.

“América, el continente”, de carácter unitivo, sintetiza las tristezas de este pedazo de tierra: lloran el contrabajo, el piano y el saxofón por todos los ríos muertos o heridos de muerte, pero con sus lágrimas nutren su cauce, remueven su dolor y forjan un suelo más sólido—una cicatriz sanada aquí, otra allá, en aquel páramo lejano reverdece.

“Antillano”, igualmente unitiva, pero esta vez en la celebración y la sonrisa, es el punto exacto de aterrizaje en este viaje de cinco o seis siglos a lo largo y ancho del continente: el jolgorio y el sexo, el baile y la embriaguez son también parte de esta historia que somos nosotros hoy, nacidos o habitantes de esta isla del mundo que conocemos hoy como continente americano.

La Nueva Acrópolis, 6 de marzo de 2023

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